El saqueo de saberes

23/11/2020

Por:

Mercedes Campiglia Calveiro

Una de las más veladas manifestaciones de violencia obstétrica

En los últimos años se ha hablado extensamente de la violencia obstétrica que padecen las mujeres durante la atención de sus partos. En nuestro país la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones de los Hogares (ENDIREH), reporta que aproximadamente una tercera parte de las embarazadas se sienten violentadas por el personal de salud durante el nacimiento de sus hijos. Se han denunciado tanto el maltrato explícito (físico y/o verbal) que puede formar parte de la atención en algunas instituciones, como formas más veladas de abuso tales como el abandono y la desatención deliberada que enfrentan las mujeres que pertenecen a ciertos grupos sociales y la híper-medicalización a la que resultan expuestas otras.

Este fenómeno, que permaneció naturalizado y encubierto por el sistema de salud durante décadas, hoy se ve expuesto al escrutinio social. Resultan menos evidentes, sin embargo, otras violencias obstétricas, las que se ejercen durante la interrupción de un embarazo o mediante la imposición de métodos anticonceptivos sin consentimiento, por ejemplo. La violencia obstétrica no se limita a lo que ocurre en salas de labor, abarca diferentes áreas del amplio espectro de la atención de la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Pero, desde mi punto de vista, existe un área aún más oscura e inexplorada en el fenómeno de violencia obstétrica, y es justamente esa la que me gustaría traer a la luz de sus reflexiones: la violencia ejercida contra la partería y el saqueo histórico de sus saberes que ha orquestado la autodenominada obstetricia profesional.

En una sociedad como la mexicana, en la que la partería tradicional ocupó históricamente un rol tan protagónico, resulta digno de atención el hecho de que hoy en día tan solo 2% de los nacimientos ocurran bajo el cuidado de parteras. Es conocida la campaña de desprestigio mundial que los saberes “científicos” que ostenta la biomedicina han emprendido contra los conocimientos empíricos de las parteras; y considero que este es un tema en el que merece la pena detenerse.

En nuestro país, debido al mosaico intercultural que caracteriza la realidad nacional, resulta frecuente que la Secretaría de Salud haga referencia a la importancia de integrar la partería tradicional al sistema de salud. Lo hace adjudicando a las parteras el rol de poseedoras de saberes ancestrales sobre la tradición; entendiéndolas como vía para la incorporación a la atención de elementos rituales que acerquen a las mujeres en el sistema de salud. Les concede, en suma, una suerte de valor folklórico, reconociendo la importancia de su papel para “ritualizar” el evento del nacimiento, pero encomendando el cuidado de la salud de la madre y el recién nacido exclusivamente a la figura del personal sanitario formado en el modelo biomédico.

No suele conferirse eficacia terapéutica alguna a los saberes de la partería, pero basta echar un vistazo a la historia para reconocer que la medicina ha incorporado a su práctica una enorme cantidad de conocimiento de las parteras, ejecutando una suerte de expropiación velada de su saber. Podríamos decir que la medicina ha “refinado” el saber empírico de la partería, lo ha empacado en el celofán de la “atención humanizada” y ahora se lo vende a las parteras como algo que necesitan adquirir mediante interminables campañas de capacitación.

No pretendo negar la importancia de que las parteras tradicionales enriquezcan su práctica con las valiosas aportaciones de la ciencia médica, simplemente considero que resulta necesario reconocer que el diálogo entre partería y medicina no comprende un intercambio de rituales por ciencia, sino de intervenciones terapéuticas de sistemas de atención que poseen, ambos, recursos valiosos en términos de eficacia. Si observamos los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en sus más recientes recomendaciones: “Los cuidados durante el parto, para una experiencia de parto positiva” (2018), encontraremos que, de las 56 recomendaciones emitidas, prácticamente la mitad podría inspirarse en el modelo de atención de la partería.

Para no incurrir en plagio, la obstetricia debería reconocer el origen de los saberes que ha incorporado a su modelo de atención humanizada; ese sería el primer paso para establecer una relación más horizontal entre saberes.