spot_img

Estado de Derecho Ambiental

Ilustración IMJUS

El llamado a un Estado de Derecho Ambiental expuesto en este documento adquiere una relevancia aún mayor en el presente contexto global. La profunda crisis civilizatoria, marcada por el caos climático y la pérdida de biodiversidad, amenaza la supervivencia de la humanidad. Como se señaló, el actual Estado de Derecho nos conduce a un “suicidio colectivo”, haciendo imprescindible la adopción de un Estado de Derecho Ambiental que garantice una verdadera justicia ambiental.

Ante la gravedad de la situación, la Presidenta Claudia Sheinbaum debe priorizar el reconocimiento del valor intrínseco de los ecosistemas y actuar con responsabilidad para proteger la Tierra, nuestra casa común. La imposición de límites a los poderes de los estados y los mercados globales, en garantía de los derechos humanos y los bienes comunes, tal como lo propone Ferrajoli, se vuelve fundamental en este momento crítico. La urgencia de abordar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad es innegable. De esta generación, y del liderazgo de la Presidenta Claudia Sheinbaum, depende el futuro de la humanidad.

Este texto originalmente se dirigía a la “próxima Presidenta”, refiriéndose a la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo durante su campaña. Ahora, con su investidura como Presidenta, y considerando el regreso de Trump a la Casa Blanca y los acontecimientos mundiales, es crucial que este mensaje sea escuchado dos veces. Tanto el consejo consultivo de la revista como el autor, coincidimos en que, para que un mensaje se escuche bien, debe escucharse dos veces.

La crisis civilizatoria que enfrenta la humanidad es de tal envergadura que nuestra supervivencia pende de un hilo de crin de caballo, que está a punto de desgarrarse, para dejar caer la espada de Damocles sobre nuestra Tierra y su biodiversidad. Nadie puede sostener irresponsablemente la existencia de un Estado de Derecho que está arrastrándonos al suicidio colectivo y a la extinción.

La frase de Santayana sobre el pasado y que tan irreflexivamente repetimos: “aquellos que no recuerden el pasado están condenados a repetirlo”, perdió toda su fuerza epistemológica e histórica frente a la amenaza de los límites biofísicos de nuestro planeta.

António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, dijo en la COP 27, que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo; las temperaturas globales siguen aumentando; nuestro planeta se acerca a puntos de inflexión irreversibles. El caos nos lleva al infierno climático y al apocalipsis de la biodiversidad por una carretera sin retorno y con el pie en el acelerador a fondo. El apocalipsis de la biodiversidad a que hace referencia Guterres es irreversible y afecta a toda la humanidad.

Ante esta brutal evidencia del principio de realidad debemos aceptar que la Tierra no es propiedad privada de los humanos y debemos establecer una relación responsable con la naturaleza, en especial con la biosfera. Ello implica asumir, en términos de alta política, es decir, en términos de “Estado de Derecho”, que somos una especie más del planeta, lo que equivale a aprender a relacionarnos de otra forma en él y con él.

Desde la educación básica, pasando por las políticas públicas, las sentencias de tribunales locales, federales, regionales y mundiales, la creación de leyes y de tipos penales y su persecución en ejercicio del IUS Puniendi, el Estado de Derecho ha de devenir, a fortiori, ESTADO DE DERECHO AMBIENTAL, a fin de garantizar todas las herramientas de la verdadera justicia ambiental en la Tierra.

Todos debemos alzar la voz y las manos y las sentencias y las acciones y las palabras para infiltrarnos en la crisis del agua, en la devastación de la biodiversidad, en la urgencia de la sostenibilidad, en la inaplazabilidad de la transición ecológica, en las terribles amenazas a la Amazonia y en las brutalidades de las pandemias y sus consecuencias. Todos debemos ser agentes de cambio en defensa del medio ambiente. Hoy la soberanía y sus conflictos, los pueblos originarios y la salud, son temas globales del Estado de Derecho Ambiental y no del rancio y devastado ídolo denominado Estado de Derecho a secas.

La sabiduría para gobernar a México en el futuro exige una intuición ideoafectiva del medio ambiente y los recursos naturales. Ningún político podrá desconocer los mecanismos individuales y colectivos que nos impiden tomar conciencia de la gravedad de la crisis ambiental.

El Estado Mexicano debe reconocer el valor intrínseco de los ecosistemas de la naturaleza y actuar con responsabili­dad y consecuencia.

La Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, debe asumir la gravedad del cambio climático, superar y renunciar la negación de todos los Presidentes del pasado. Es una tarea enorme acorde con el tamaño de la crisis: cambiar todas nuestras creencias y nuestro sistema de pensamiento.

La Presidenta Sheinbaum debe contener la ansiedad y tolerar los sentimientos de culpa, pérdida y vergüenza que implican el reconocimiento de la situación catastrófica en que se encuentran México y la Tierra.

Las emociones, teorías, prioridades y actitudes deben recuperar el vínculo con el mundo natural del que estamos prácticamente desconectados. El Estado Ecológico es la urgente Quinta Transformación de la Política y del poder financiero y económico.

Los negacionistas con lenguaje científico y retórica académica que viven en la desmentida de lo que se sabe en términos de futuro y que se refugian en las burbujas de la autocomplacencia y en la exquisitez de la mística de huir de la tremenda realidad, ya no tienen cabida en la política necesaria para salvar al planeta. Harán bien en encarar a la memoria del bien perdido que constituyó su irresponsabilidad con el planeta.

La economía mundial atiende y cuida al 1% de la población mundial. No es izquierda contra derecha, es la división misma del sujeto del capitalismo arrogante y fracasado, estrecho, narcisista e irreflexivo. Los valores de libertad ya no son los del mercado sino los del Medio Ambiente. La realidad ya frenó el pensamiento fantasioso y omnipotente que comenzó con Hiroshima y que hoy tiene en vilo de destrucción masiva a toda la humanidad.

El refugio psíquico del “todo será como antes”, es un refugio paranoico que exporta daños porque no se puede hacer el duelo y menos aún concluirlo.

Cuando se habla del Estado de Derecho, se habla del estado actual de la crisis climática. La negación y la disociación como mecanismos de defensa la hacen y estimulan pensadores, filósofos, abogados y economistas de todo el planeta. Ellos transforman a los ciudadanos en consumidores manipulados por el poderoso lobby del 1%. Los recursos ya no les alcanzan. Ni en Arabia Saudita ni en la Península de Yucatán. Nuestro Estado de Derecho es un Estado voraz de acumulación de bienes.

La Presidenta de la República deberá cuidar que a las redes sociales, la publicidad y el marco político que alimenta la infantilización de los ciudadanos devenga un cambio de paradigma que reconozca que vivimos en un mundo finito. La Presidenta de México debe ser una agente de la cultura del cuidado de la Tierra.

En este contexto y para cerrar esta breve y acotada participación incluyo un párrafo de diagnóstico y una solución inaplazable. El diagnóstico es de Carla Benedetti (citada por el Jurista Luigi Ferrajoli) y la solución es del propio sabio italiano.

Los vivientes de hoy estamos alterando la biosfera, reduciendo las reservas del planeta acumuladas en miles y miles de años, consumiendo los glaciares polares, las masas forestales, el petróleo, exterminando la fauna, la flora, condenando de este modo a las futuras generaciones a una terrible agonía. La historia de la humanidad está sembrada de exterminios y atrocidad. Pero nunca antes de ahora había sucedido que la violencia genocida se ejercitase sobre los vivientes del mañana. Esta es, en absoluto, la novedad más inhumana de nuestro tiempo, que convierte en más atroz e insostenible la inercia de hoy, eso que no se hace cuando estaríamos a tiempo todavía de hacerlo…

Somos las primeras generaciones que viven la perspectiva de una posible extinción de la especie. Semejante experiencia jamás vivida antes por hombre alguno en ninguna otra época histórica, ni elaborada por ningún filósofo, psicólogo, historiador, artista, poeta, novelista, antropólogo o científico, debería provocar un terremoto en las mentes de los hombres de hoy y en sus cerebros prehistóricos, debería trastocar los sentimientos, generar vorágines en las estructuras de nuestra vida individual y social, desplazar ejes y referencias espacio-temporales desde los que estamos habituados a percibir la historia.

Ante ello, Ferrajoli establece que es esencial entonces imponer límites y vínculos a los poderes salvajes de los estados soberanos y de los mercados globales en garantía de los derechos humanos y de los bienes comunes. Una respuesta a la altura del desafío global.

Una ampliación del paradigma constitucional que refunde el pacto de convivencia pacífica entre todos los pueblos de la Tierra, con garantías de carácter a escala planetaria. Garantías frente a las catástrofes ecológicas y frente a la destrucción nuclear de la Tierra.

A pesar del quinquenio constituyente del “NUNCA MÁS” (1945–1949), los horrores de la guerra, las desigualdades y la miseria absoluta, son más evidentes e intolerables que en cualquier otro momento de la historia.

Gobernar a 8 mil millones de personas con políticas depredadoras y bajo un sistema industrial insostenible, no permite contar con mucho tiempo.

Será la Tierra el infierno de las guerras endémicas sin vencedores donde gobiernen los racismos, los fundamentalismos, los terrorismos, los totalitarismos y la criminalidad.

En el acotado margen que las reglas de este pequeño ensayo establecen, convoco a la lectura del proyecto de una Constitución de la Tierra que elaboró Luigi Ferrajoli, de la que destaco sus siguientes ideas:

  • La Tierra es la casa común de los seres vivientes.
  • Ha de garantizarse la vida presente y futura sobre nuestro planeta.
  • La dignidad es inviolable.
  • Todos los seres humanos son iguales ante todas las leyes.
  • Todos los seres humanos son ciudadanos de la Tierra.
  • Todos los seres humanos y todas las instituciones públicas deberán cumplir los deberes de solidaridad política, económica y social.
  • Estas bases determinan que la inteligencia artificial se somete a la universalidad, indivisibilidad e indisponibilidad de los derechos fundamentales de todos los seres humanos.
  • La renta básica universal ha de garantizar educación y salud en el más amplio sentido.
  • La circulación es libre sobre la Tierra.
  • La asociación es libre salvo la militar y la criminal.
  • Nadie puede ser sometido a decisiones automatizadas basadas en algoritmos.
  • Las comunicaciones, domicilio y vida privada son inviolables.
  • Ningún ser humano puede ser tratado ni castigado como enemigo. Ello presupone el absoluto derecho a contradecir los títulos de imputación de toda acusación.
  • Se prohíbe la pena de muerte, la cadena perpetua, las penas corporales, las infamantes y toda reclusión superior a 20 años.
  • Todos tienen derecho a la alimentación sana y nutritiva.
  • La renta básica debe garantizar una existencia digna.
  • Todos tienen derecho al uso de una vivienda digna y segura.
  • El derecho a la paz es un derecho fundamental y su garantía es un deber absoluto.
  • Los derechos civiles de autonomía negocial no podrán causar daño a la salud, la libertad y la dignidad de las personas.
  • El crecimiento económico no puede ser ilimitado. Estará condicionado por su sostenibilidad ecológica y por el carácter limitado de los recursos y de las defensas naturales.
  • El trabajo no es una mercancía, es un factor de dignidad y su papel en sociedad debe ser tutelado en todas sus formas.
  • Existen bienes fundamentales que son vitales y cuya tutela y accesibilidad debe garantizarse a todos.
  • Los bienes comunes son patrimonio de la humanidad. Se prohíbe la agricultura y la cría intensiva de animales que puedan dañar los bienes comunes.
  • Están prohibidas las actividades que dañen a la naturaleza. En ese contexto se prohíbe la guerra y se deben prohibir las instituciones que la sostienen.

Con toda dignidad debemos vencer la crisis climática, la crisis económica, la crisis sanitaria, la crisis energética y la crisis militar.

La Tierra vista desde el espacio es un globo azul, 70% es agua, de la cual menos del 3% es agua dulce. De esta generación depende y pende el destino de la humanidad. Somos responsables de mantener nuestro planeta azul, de asumir como un compromiso vital el cuidado y la conservación de mares y océanos.

Tan urgente como el cambio climático es la pérdida de biodiversidad y la desertificación. No hay palabra más urgente que la de asumir la extinción como posible.

Autor