Atlampa, un espacio históricamente enmarcado por dos ríos que, como casi todos los que irrigaban esta ciudad, fueron entubados y recubiertos por la mancha urbana. Históricamente, este espacio era un campo de cultivo que, en 1880, fue atravesado por un ferrocarril, lo cual abrió la oportunidad para que se construyeran las primeras casas en la zona. Sin embargo, esta periferia de la ciudad tenía un giro predominantemente industrial hasta 1985, cuando, tras el terremoto, se construyeron, por necesidad, los primeros edificios habitacionales, los cuales comenzaron a coexistir junto con las fábricas que perduran hasta el día de hoy.
Esta colonia se desarrolló por la necesidad de viviendas tras el sismo; sin embargo, las necesidades de quienes ahora pasaron a habitar estos edificios no han sido completamente cubiertas. Los habitantes que han nacido en este asentamiento recuerdan cuando los alrededores todavía eran rancho, cuando el horizonte se cubría de milpas y sembradíos de alfalfa. Pero, con el paso de los años y con la evolución de esta colonia, los caminos laberínticos entre cultivos se fueron convirtiendo en una cuadrícula de concreto que, de tanto en tanto, se abre para permitir que en un cuadrado de tierra crezca un árbol.
Hoy en día, esta colonia sufre constantes desabastos de agua (como tantas otras en la Ciudad) y, a pesar de que desde 2019 forma parte del Programa Especial de Regeneración Urbana y Vivienda Incluyente, hasta 2023 seguía reportando un alto índice delictivo, sobre todo de violencia familiar y robo¹.
Con pocos espacios culturales y de recreación, los habitantes de Atlampa se han bastado de ellos mismos para conformar tradiciones y crear comunidad, como las posadas que se realizan en la Plaza Juárez, aunque cada vez con menos frecuencia.
En este contexto surge el Huerto Comunitario Atlampa, que pretende hacer germinar semillas entre aperturas en el concreto. Como si se tratara de acupuntura urbana, la antigua Fábrica de Hielo se ha convertido en un santuario de verdor y polinizadores, que conjuga la necesidad de crear espacios para la comunidad con la maravillosa excusa de la soberanía alimentaria, de esta forma convirtiendo un antiguo espacio dedicado a la industria y la maquinaria, en un huerto comunitario que se pone al servicio de los pobladores de esta colonia.

Los miembros del proyecto comparten un profundo interés en el bienestar comunitario.
El origen de este proyecto se basa en una visión compartida de fomentar la agroecología y fortalecer los lazos comunitarios. Esta iniciativa busca transformar un espacio en desuso en un centro dinámico de vida sostenible, impulsado por el compromiso de personas apasionadas por la regeneración ambiental y social.
Los miembros del proyecto comparten un profundo interés en el bienestar comunitario. Gustavo Camacho, parte del equipo de dirección y coordinación, expresa su deseo de “generar un proyecto que tenga que ver con agroecología y comunidad”. Imagina un espacio que no solo produzca alimentos saludables, sino que también se convierta en un punto de encuentro para los vecinos de Atlampa, aprovechando el contexto de una antigua Fábrica de Hielo para conectar a la comunidad con temas como la industria, el concreto y la recuperación de residuos. Su objetivo es “vincular a los vecinos con el pretexto de la comida sana y la educación en torno a la sustentabilidad”.
Fernanda Ruiz, encargada de la vinculación social y estrategias, señala que su interés radica en “ver el huerto quizá no como el centro del proyecto, sino como un punto de atracción que genere nuevos proyectos para la comunidad”. Su enfoque es crear un espacio de encuentro donde personas de todas las edades y orígenes se conecten a través del acto universal de la alimentación y la posibilidad de cultivar sus propios alimentos.
Por su parte, José Ruiz, biólogo a cargo de los aspectos técnicos y operativos, vincula su participación con su afinidad por la ecología y la regeneración de espacios, en respuesta a desafíos urbanos como la inseguridad, la violencia, la escasez de agua y la alimentación. Ve el proyecto como “una manera diferente de hacer las cosas, donde podemos aprovechar lo mejor de diferentes proyectos para beneficiar no solo a las personas, sino también al medio ambiente y a la comunidad en su conjunto”.
El proyecto busca ir más allá de la simple producción agrícola, enfatizando la participación y el empoderamiento comunitario. Fernanda menciona: “Queremos que sea un proyecto comunitario donde la gente participe en la toma de decisiones, se involucre con el espacio y lo sienta propio, no solo para cosechar o aprender, sino también para compartir”.

Para lograrlo, han implementado estrategias concretas, como la realización de “mapeos comunitarios” donde los vecinos expresan sus necesidades y recursos disponibles, con el objetivo de generar soluciones ambientales y sociales desde la comunidad misma.
Entre las iniciativas clave se encuentra un programa de composta comunitario entre Santa María la Ribera y Atlampa, que incentiva a los residentes a gestionar adecuadamente sus residuos orgánicos a cambio de beneficios como acceso a composta, cosechas y actividades educativas. También han desarrollado el “Mercado Vivo o Cero Intermediarios”, que promueve el comercio directo entre productores y consumidores locales, ofreciendo opciones frescas, accesibles y sustentables.
Además, los integrantes de este huerto urbano han establecido contacto con líderes estratégicos, como administradores de unidades habitacionales, para ampliar su alcance y comunicación. Colaboraciones con iniciativas comunitarias como Casa Gallina les han permitido aprender sobre mapeo comunitario y fortalecer redes locales. Asimismo, planean trabajar con la escuela primaria Sandino para reactivar su huerto e integrar prácticas agroecológicas en el currículo escolar.

El “Huerto Comunitario Atlampa” es un esfuerzo por crear un vínculo entre la agroecología y la participación ciudadana.
Esta iniciativa parte de la convicción de que cualquier persona puede involucrarse en acciones sociales y ambientales, sin necesidad de ser especialista, como nos dice José: “No necesitas ser ingeniero ambiental o biólogo, basta con la convicción y el interés de aprender y aportar al medio ambiente”. Esta visión inclusiva busca empoderar a la comunidad para tomar un papel activo en la transformación de su entorno y fomentar una cultura de sustentabilidad.
¹ Organización Editorial Mexicana. (2024, marzo 28). Colonia Atlampa, la más peligrosa para mujeres y niños; urgen senderos seguros. La Prensa. https://oem.com.mx/la-prensa/metropoli/colonia-atlampa-la-mas-peligrosa-para-mujeres-y-ninos-urgen-senderos-seguros-15624933