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Mezquite, el árbol que resiste al olvido

Ilustración IMJUS

Hablemos de su historia, potencial y oportunidad para una política pública sustentable.

En México, hay más de cinco millones de hectáreas de mezquitales que crecen naturalmente, distribuidas en los territorios áridos y semiáridos. Actualmente poco se conoce del potencial alimentario del Neltuma, de su importante impacto ambiental como depurador de agua y de bajo requerimiento hídrico, amortiguador de la temperatura y un importante aliado en la recarga del manto freático.

Los pueblos originarios consideraban al mizquitl, o quetzalmizquitl (cuando era más frondoso) un árbol generoso que ofrecía alimento, medicina, sombra y leña. En los códices Quinantzin, Borgia y Florentino, es mencionado y representado por los tlahcuiloh. En estos se describen la buena calidad de su madera recia, el sabor dulce de sus vainas, buenas para comer [y si comen de más muchas hinchan la barriga sic.], preparaban bebidas, con las hojas trataban enfermedades de los ojos y se resguardaban bajo su frondosa sombra.

Nuestros antepasados sabían que el mezquite es una especie maestra, nodriza, no exige, en cambio da, crece donde otros no pueden, fija el nitrógeno en suelos degradados regenerándolos y convive con importantes especies locales. El delicado perfume de sus flores atrae a las abejas y contribuye en el equilibrio de los ecosistemas de los desiertos y semidesiertos.

Sus raíces crecen hasta cincuenta metros bajo tierra en busca del agua; por las noches sus hojas sensitivas se cierran para guardar humedad, lo que sucede, también, cuando disminuye la luz durante los eclipses solares. Esta acción no pasa desapercibida por los xamues o xahüis, como le dicen en mi pueblo, la Thasus gigas es la chinche habitante del mezquite, que al sentirse desprotegida por las hojas, se apresura a buscar refugio hacia el tronco del árbol.

Es una especie con creciente reducción de su población debido no solo a sus predadores naturales, sino al consumo humano, ya que es deliciosa y la utilizan para preparar salsas y una variedad de platillos regionales, particularmente en la gastronomía Otomí. También lo consumen de manera medicinal para regular la diabetes.

La abundante presencia de mezquites se ha visto mermada, al igual que su uso, reducido a leña o pastura. El mezquite se ha subestimado pero algunas culturas han preservado su uso, moliendo las vainas para hacer pinole, tortillas, atole, agua o té, incluso un tipo de pan ceremonial.

En algunas regiones del norte de nuestro país preparan un bloque hecho con semillas de mezquite molidas, que pueden almacenarse hasta dos o tres años sin perder sus propiedades; se disuelve en agua o leche para preparar atoles o tamales, el mezquitamal, que envuelven en hojas de maíz, es muy nutritivo y libre de gluten, para beneplácito de consumidores con estándares muy estrictos.

Para quienes habitamos estas regiones, es nuestra labor preservar y cultivar nuestra herencia biocultural, nos corresponde cuidarla, rescatarla y promover su aprovechamiento para resguardar la diversidad del territorio. Es fundamental impulsar el mezquite como una pieza clave para la soberanía alimentaria, la lucha por la resiliencia climática y el desarrollo regional sostenible.

Sembrar futuro desde nuestras raíces

Proteger y fomentar el cultivo del mezquite y su aprovechamiento no es sólo un acto de conservación, es una inversión en salud pública y autonomía alimentaria, dos temas primordiales en la actual agenda pública. Esto lo convierte en un pilar estratégico para políticas integradas de desarrollo sostenible.

Se debe promover su estudio, su cultivo y sus propiedades y beneficios para los ecosistemas, sumar investigaciones científicas, desarrollos económicos y acciones culturales que promuevan, garanticen y preserven esta riqueza que habita en la tierra mexicana.

Un valor económico y una oportunidad de política pública

El mezquite se encuentra principalmente en los estados de Hidalgo, Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí, Oaxaca, Querétaro, Puebla, Sonora, Sinaloa, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, hasta en el norte de Veracruz y en Guerrero. Esta vasta cobertura además de ser un activo ambiental, es una reserva alimentaria de alto valor nutricional, su semilla puede contener hasta un 36% de proteína, las vainas 40% de carbohidratos de bajo índice glucémico y alto contenido en fibra y minerales, ideales para el desarrollo de harinas y alimentos funcionales, incluso puede ser de ayuda ergogénica para atletas de alto rendimiento.

Sin embargo, su comercialización formal sigue siendo marginal, también los diversos proyectos de investigación están aislados y no logran articular un “cluster” que genere la comunicación adecuada para dar salida a tan diversos y preciados valores que no he terminado de enumerar.

A los productos derivados como la harina, miel, pan, productos fermentados, bebidas alcohólicas, helados, moles, salsas, galletas y los ya mencionados atoles y tamales, también debemos agregar la fabricación de artesanías y muebles. Los alimentos derivados del mezquite tienen un valor hasta 10 veces mayor en los mercados “gourmet”, o especializados en alimentación saludable, que en los mercados rurales.

Los proyectos comunitarios son intermitentes y no logran sobrevivir; aunque ya se han generado cadenas de valor sólidas con cooperativas en Oaxaca, Guanajuato y San Luis Potosí, la falta de conocimiento de los usos del mezquite, no sólo en el mercado, sino dentro de las mismas comunidades donde habita, ha sido un problema central para lograr una comercialización exitosa y justa.

Siempre hay solución, tiempo y recursos, si hay voluntad

Se debe realizar una campaña de información, bien estructurada y dirigida a estas comunidades principalmente, promover su cuidado, reproducción y aprovechamiento, utilizar los medios públicos y la comunicación institucional plurilingüe, como herramientas de divulgación. A la par, promover su consumo en el mercado, generar nuevos públicos difundiendo sus propiedades, beneficios, sabor y lo HECHO EN MÉXICO.

Somos principalmente las mujeres quienes cosechamos las vainas de mezquite. Compartamos más este saber con mujeres productoras, mujeres jóvenes de comunidades rurales y semirurales, vayamos a las cunas del mezquite, donde la sustentabilidad no se impone, se cultiva.

La yegua de Don Álvaro

Don Álvaro, un viejo campesino del Valle del Mezquital, me contó que su yegua “La Colorada”, fuerte y ligera, comía pura vaina de mezquite, “tenía el pelo brillante como cobre nuevo”, decía. Cuando nació su potrillo creció demasiado rápido y en semanas comenzó a tener problemas para levantarse, porque todavía no había desarrollado la fuerza y masa muscular que requería.

El veterinario, al enterarse del alimento de “La Colorada”, se lo cambió por pura paja, hasta que el potrillo se estabilizara. Desde la sabiduría de los ancestros hasta la nutrición del potrillo de don Álvaro, debemos buscar el equilibrio que nos brinda la tierra a través de sus frutos. Es tiempo de escuchar a nuestra tierra, es tiempo del mezquite.

www.mezquitales.com

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