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La regulación de la psilocibina

Un llamado a México desde su propia raíz

Ilustración IMJUS

En los bosques nublados de Oaxaca y las montañas de Puebla, crecen en silencio unos pequeños seres que durante siglos han sido considerados portadores de sabiduría y sanación: los hongos sagrados. Su principio activo, la psilocibina, ha sido reverenciado por culturas indígenas y, hoy, tras décadas de prohibición, la ciencia moderna redescubre su poder terapéutico. En medio de esta nueva revolución psicodélica, México —tierra de origen y guardián ancestral— enfrenta una disyuntiva crucial: ¿seremos capaces de proteger nuestras raíces mientras lideramos la vanguardia de la investigación y la regulación en el mundo? Este artículo explora el viaje de la psilocibina desde su uso tradicional hasta su potencial futuro como medicina global.

¿Qué es la psilocibina y dónde se encuentra?

La psilocibina es un compuesto psicoactivo de origen natural, clasificado como una triptamina psicodélica. Químicamente, es un alcaloide que, una vez ingerido, se metaboliza en psilocina, la molécula responsable de sus efectos psicotrópicos, entre los cuales destacan alteraciones en la percepción sensorial, estados de conciencia expandidos y profundos efectos emocionales. La psilocibina se encuentra principalmente en hongos de los géneros Psilocybe, Panaeolus y Copelandia, entre otros, y crece de forma silvestre en regiones tropicales y subtropicales alrededor del mundo.

México ocupa un lugar especial en el mapa global de la psilocibina: alberga la mayor diversidad de especies de hongos psilocíbicos en el planeta. Los bosques de Oaxaca, Veracruz, Puebla y otros estados son el hábitat natural de estas especies, conocidas popularmente como “niños santos” u “hongos sagrados”.

El uso tradicional en México: herencia viva de los pueblos originarios

Mucho antes de que la ciencia moderna pusiera su atención en la psilocibina, diversos pueblos indígenas de México ya reconocían su poder. Los mazatecos, zapotecos y mixtecos, entre otros, han empleado estos hongos en rituales de sanación, adivinación y comunión espiritual durante siglos. Estos usos no eran recreativos, constituían un acto sagrado, profundamente enraizado en prácticas chamánicas que reconocían a los hongos como intermediarios entre el mundo humano y el mundo espiritual.

En particular, la cultura mazateca —con figuras emblemáticas como María Sabina, la sabia curandera de Huautla de Jiménez, Oaxaca— llevó a la psilocibina al conocimiento global a mediados del siglo XX. En las ceremonias tradicionales, los hongos se ingieren en contextos de respeto, en sesiones nocturnas que buscan la sanación del cuerpo, la mente y el espíritu. Se interpretan visiones, se entonan cantos y se acompañan rezos, siempre bajo la guía de un líder ceremonial experimentado.

Del ritual a la consulta terapéutica: el nuevo rostro de la psilocibina

El llamado “renacimiento psicodélico” de las últimas décadas ha replanteado el valor terapéutico de la psilocibina. A partir de investigaciones iniciadas en la década de 1950 y suspendidas en los años setenta por restricciones legales, nuevos estudios han demostrado su potencial para tratar trastornos como la depresión resistente, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la ansiedad existencial asociada a enfermedades terminales y las adicciones.

En este contexto, la psilocibina se ha ido “medicalizando”. Hoy en día, existen versiones sintéticas de alta pureza que permiten dosificar con precisión la cantidad administrada a los pacientes, facilitando el diseño de protocolos clínicos controlados. De una sustancia sagrada administrada en cuevas o chozas, hemos pasado a su uso en ambientes clínicos, junto con preparación psicoterapéutica, soporte emocional y seguimiento posterior.

Este tránsito plantea retos y dilemas. ¿Cómo honrar los saberes ancestrales mientras se avanza hacia modelos terapéuticos modernos y regulados? ¿Cómo evitar que el uso de la psilocibina quede atrapado en una nueva forma de colonialismo cultural o farmacéutico?

El estatus legal y regulatorio actual

A pesar del creciente cuerpo de evidencia científica que respalda los beneficios terapéuticos de la psilocibina, su estatus legal en la mayoría de los países aún refleja los resabios de la “guerra contra las drogas” de mediados del siglo XX. Actualmente, la psilocibina está clasificada como una sustancia de Lista I bajo la Convención de 1971 sobre Sustancias Psicotrópicas de las Naciones Unidas, lo que implica que se considera con alto potencial de abuso y sin uso médico reconocido —una categoría hoy ampliamente cuestionada por la comunidad científica.

Sin embargo, varios países y jurisdicciones han comenzado a replantear esta postura:

  • Estados Unidos: La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) designó a la psilocibina como “terapia innovadora” (Breakthrough Therapy) en 2018 para el tratamiento de la depresión resistente, acelerando así su proceso de investigación clínica. Ciudades como Denver, Oakland y estados como Oregón y Colorado han despenalizado su posesión y, en algunos casos, regulado su uso terapéutico bajo estrictos programas estatales.
  • Canadá: A través de mecanismos de acceso compasivo, Health Canada permite el uso de psilocibina en pacientes terminales y en algunos casos específicos, bajo aprobación especial.
  • Australia: En 2023, se convirtió en el primer país en regular oficialmente el uso médico de la psilocibina para tratar la depresión resistente al tratamiento, bajo supervisión psiquiátrica estricta.
  • Países Bajos: Aunque los hongos que contienen psilocibina están prohibidos, se permite el consumo de “trufas mágicas”, que contienen cantidades menores de psilocibina, y existen centros terapéuticos que ofrecen retiros supervisados.
  • México: En el país la situación es más ambigua: aunque la psilocibina es una sustancia prohibida bajo la Ley General de Salud, el uso tradicional de hongos en contextos indígenas está protegido bajo derechos culturales y religiosos. Esto crea un “espacio gris” en el que el uso ritual tradicional es tolerado, pero su uso terapéutico moderno carece de un marco jurídico claro.

Las ventajas de la síntesis química

Uno de los avances más importantes en este contexto es la posibilidad de sintetizar psilocibina en laboratorios farmacéuticos, lo cual permite:

  • Garantizar la pureza de la sustancia, eliminando riesgos de intoxicación por hongos mal identificados o contaminados.
  • Controlar las dosis de manera precisa, fundamental para la investigación clínica y la práctica terapéutica segura.
  • Establecer un producto estandarizado que pueda ser registrado, aprobado y prescrito de manera legal

Esta capacidad de síntesis abre las puertas a que los países regulen de forma más segura su uso médico, permitiendo que los pacientes accedan a tratamientos basados en evidencia y bajo supervisión profesional, en lugar de relegarlos a contextos clandestinos o inseguros

El rol de la investigación clínica: construir un puente segur

Para que la psilocibina pueda ser reconocida plenamente como una herramienta terapéutica en el ámbito médico global, es indispensable seguir generando evidencia a través de ensayos clínicos rigurosos y bien diseñados. Aunque los estudios preliminares son prometedores —mostrando tasas de remisión significativas en trastornos como la depresión mayor, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), la ansiedad existencial y las adicciones—, aún se requiere robustecer la base científica en diversas áreas:

  • Determinación precisa de los candidatos ideales. No todos los pacientes son aptos para este tipo de terapia. Condiciones como antecedentes de psicosis, trastorno bipolar no estabilizado o ciertas vulnerabilidades psicológicas pueden representar riesgos elevados. Los estudios deben ayudar a definir claramente los perfiles de pacientes que más se benefician y aquellos para quienes los riesgos superan los posibles beneficios.
  • Optimización de dosis y protocolos. La psilocibina no actúa como un fármaco tradicional de administración diaria. Se utiliza en sesiones puntuales, a menudo acompañadas de preparación previa, acompañamiento durante la experiencia (psicoterapia asistida) y procesos de integración posteriores. Ensayos como los desarrollados por universidades como Johns Hopkins, Imperial College London y MAPS han ido afinando protocolos de uso, pero aún es necesario estandarizar prácticas a nivel internacional.
  • Evaluación de resultados a largo plazo. Si bien los estudios de seguimiento inicial muestran efectos sostenidos de alivio emocional hasta por seis meses o más después de una o dos sesiones, se necesita más investigación sobre la durabilidad de los efectos y la necesidad —o no— de sesiones de refuerzo.
  • Seguridad y manejo de efectos adversos. Aunque la psilocibina es considerada de bajo riesgo físico y con toxicidad mínima, pueden ocurrir experiencias psicológicas desafiantes, disociación temporal o angustia emocional intensa. La formación adecuada de los terapeutas y el establecimiento de protocolos de manejo de eventos adversos son elementos críticos.

México y la oportunidad de investigación

México, con su diversidad de especies de hongos y su tradición viva en el uso ritual, tiene una oportunidad histórica para establecerse como un líder en la investigación científica de la psilocibina.

Para ello, sería crucial:

  • Crear centros de investigación interdisciplinaria que integren la medicina, la antropología, la psicología y el saber tradicional.
  • Formar especialistas en terapias asistidas por psicodélicos que puedan trabajar de forma ética y profesional.
  • Colaborar internacionalmente con centros de investigación ya establecidos para intercambiar conocimientos y mejores prácticas.

La investigación no sólo abriría caminos médicos y científicos, sino también rutas de respeto, reconocimiento y protección a los pueblos originarios que, durante siglos, han custodiado este conocimiento.

México: custodio del pasado, arquitecto del futuro

Los siguientes pasos para un México pionero.

México posee un legado inigualable en el mundo de la psilocibina, no sólo es el país con la mayor diversidad de especies de hongos psilocíbicos, sino que también es cuna de rituales sagrados que durante siglos han enseñado a usar estas sustancias con respeto, intención y sentido profundo. Esta posición única obliga a reflexionar seriamente sobre el rumbo que el país debe tomar.

Los siguientes pasos, desde una perspectiva ética, científica y cultural, deberían incluir:

  • Reconocer y proteger los saberes tradicionales. Antes de impulsar cualquier iniciativa de legalización o medicalización, es fundamental reconocer a los pueblos originarios como legítimos custodios del conocimiento ancestral. Su voz debe ser parte activa de cualquier proceso legislativo o médico que involucre a la psilocibina.
  • Regular de manera diferenciada el uso tradicional y el uso médico. No puede tratarse igual un ritual comunitario en Huautla que una sesión terapéutica en un centro médico urbano. Se necesita un marco legal que respete la autonomía cultural y, a la vez, establezca protocolos claros de seguridad para contextos médicos modernos.
  • Fomentar la investigación nacional. Crear fondos públicos y privados que apoyen estudios clínicos mexicanos sobre la psilocibina, en colaboración con comunidades locales, universidades y hospitales. Esto permitiría generar datos relevantes al contexto sociocultural propio del país.
  • Formar profesionales capacitados. Impulsar programas de certificación para terapeutas, médicos y psicólogos en terapias asistidas con psilocibina, asegurando que su implementación sea ética, segura y basada en evidencia.
  • Desarrollar bioética específica. Las discusiones bioéticas sobre el uso de la psilocibina deben integrar no sólo principios médicos clásicos (beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia), sino también consideraciones culturales, ecológicas y de respeto a los territorios de donde provienen estos hongos.

Conclusión: México, llamado a liderar con raíz y ciencia

México tiene ante sí una oportunidad histórica: honrar su pasado y proyectarlo hacia el futuro. Como país con la mayor biodiversidad de hongos psilocíbicos y una tradición viva en su uso ceremonial, México debe ser mucho más que un espectador en el renacimiento psicodélico global.

Reconocer la dignidad y sabiduría de los pueblos originarios, al mismo tiempo que impulsa la investigación científica seria y la construcción de un marco legal respetuoso e innovador, es el camino que permitirá a México no sólo proteger su herencia cultural, sino también aportar soluciones reales y humanas a los grandes desafíos de salud mental que enfrenta el mundo contemporáneo.

En un tiempo donde la desconexión emocional y el sufrimiento psíquico son moneda corriente, los “niños santos” —los hongos sagrados— podrían recordarnos, una vez más, la necesidad de reconectar con nosotros mismos, con los otros y con la tierra que habitamos.

Y México, cuna de estos saberes, está llamado a ser faro y guardián de esta nueva era.

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